Francisco Díaz Montilla
El covid ha dejado al desnudo varias cosas. Desigualdades de todo tipo: sociales, económicas e intelectuales; ha puesto en escena intereses no siempre reconciliables y -desde luego- un profundo bache con respecto al tratamiento racional o científico de la abundante información que se genera a cada instante y que se difunde a una velocidad incluso superior a la de la propagación del virus de marras.
Desde luego, la información que proporcionan los especialistas no siempre es accesible para todos. Sin embargo, un poco de cultura científica nos ayudaría a entender con claridad la calidad de información que ofrecen las autoridades en la actual coyuntura y a cuestionarla sólidamente; algo de razonamiento y lógica nos ayudaría, incluso, a comprender por dónde va el asunto, a qué nos exponemos realmente, sin sobresaltos ni dramas, antes de que los técnicos presentan los resultados diarios.
Pero estamos lejos de ello. Recientemente, por ejemplo, circulaba en redes sociales un audio en el que el autor manifestaba que el Gobierno Nacional repartiría 50 millones de dólares. Según esta persona, dicha cantidad se distribuiría entre 4 millones de panameños, por lo cual a cada uno le tocaría 12 mil quinientos dólares.
Uno puede pensar que se trata de un chiste, pero no. Personalmente, destiné parte de mi tiempo a realizar la división en cuestión, mostrando los resultados reales de la operación, de modo que estos llegaran a quien inicialmente había propagado el error. Al cabo de cierto tiempo, un nuevo audio indicaba que quien sostenía que eran 12.50 -y no 12,500.00- estaba loco.
Finalmente, cuando se determinó que los beneficiarios serían en realidad 1 millón de personas, según una nueva operación aritmética, a cada uno le tocaría 500 dólares. El razonamiento apuntaba a que si el Gobierno Nacional solo entregaba 50 dólares como se anunció, entonces alguien se estaba quedando con 450.
Si la realización de una operación aritmética básica supone un problema para cierta gente, imagine lo que supondría para tales personas lidiar con información referente a la dinámica de una epidemia como esta, a pesar de que modelos básicos como el S-I-R están fundamentados en una estructura conceptual matemática que toda persona egresada de secundaria debería conocer.
Escenarios como estos plantean la necesidad de ciudadanos informados y formados mínimamente de acuerdo con ciertos estándares de racionalidad, competentes en el ejercicio crítico del pensamiento. Pero, al menos por lo que se puede observar desde las redes sociales estamos lejos de eso.
No es de extrañar, entonces, que un asunto que requiere ser abordado bajo parámetros técnicos aunque no seamos expertos en epidemias, en tasa de infección, etc., con sustento en evidencia empírica, se presente -sobre todo en redes sociales- como un asunto de opiniones sin respaldo alguno, promoviendo el caos, la histeria colectiva y el miedo.
El virus pasará, es cuestión de tiempo, pero ¿y la ignorancia?
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