¿Es
confiable la información a la que a diario accedemos en Internet o que se
difunde a través de redes sociales, muchas veces en el anonimato?
Como afirma R. Heersmink del Departamento de Filosofía de Macquarie University (Australia), Internet es una importante fuente epistémica que debe ser usada cuidadosamente, porque aunque su uso supone beneficios innegables, “un uso irreflexivo de las fuentes basadas en Internet plantea riesgos epistémicos en la búsqueda de la información y adquisición de conocimientos” (“A Virtue Epistemology of the Internet: Search Engines, Intellectual Virtues and Education”, Social Epistemology, 2017).
En 2015 el Cary Institute of Ecosystem Studies publicó un artículo titulado Wikipedia, politically controversial science topics vulnerable to information sabotage: When researching acid rain, evolution, and climate change, cast a critical eye on source material. Adam Wilson, uno de los autores, señalaba “Las entradas de Wikipedia sobre el calentamiento global se editan de dos a tres veces por día, con más de cien palabras cambiadas; mientras que el modelo estándar de la física tiene un cambio de alrededor de diez palabras cada pocas semanas. La alta tasa de cambios observados en tópicos científicos políticamente controversiales hace difícil para los expertos monitorear su exactitud y contribuir con correcciones que requieren mucho tiempo.”
La relevancia ideológica-política del modelo estándar es al parecer nulo, aunque eso -desde luego- podría cambiar: todo depende de las potenciales aplicaciones que se deriven de dicho modelo; pero como apunta Gene E. Likens, coautor del estudio: “En las entradas sujetas a guerras de edición, como lluvia ácida, evolución y cambio global, se puede obtener, en cuestión de segundos, información diametralmente diferente sobre el mismo tema”.
Podría pensarse lo mismo del Covid-19. Aunque al inicio se trataba de un fenómeno epidemiológico causado por un virus, a medida que se propagaba, los gobiernos se veían obligados a tomar decisiones polémicas y las condiciones económica de la gente empeoraba, el problema devino en algo política e ideológicamente cargado. Siete meses después de los primeros casos reportados en China resulta realmente difícil abordar el tema de la epidemia sin que afloren -incluso entre especialistas y académicos- sesgos, recriminaciones de todo tipo y teorías conspirativas, algunas más estrafalarias que otras, sin que se pueda llegar a consensos epistémicos razonables, ya que la verdad -según parece- se complace en ocultarse, como decía Heráclito: al parecer, son más las preguntas que las respuestas.
Controlar la calidad epistémica de la totalidad de la información que circula en Internet es virtualmente imposible. Para que tengamos una idea, el nombre Covid-19 genera en Google, al momento de redactar esta nota, más de seis mil millones de resultados en apenas 1.02 segundos, diseminadas en artículos, notas periodísticas, blogs, y un largo etcétera.
¿De qué recursos armarse para enfrentar de la mejor manera tal avalancha informativa? De ninguna otra cosa que no pase por la puesta en práctica de eso que los epistemólogos virtuosos llaman virtudes epistémicas; Heersmink menciona las siguientes: curiosidad, atención, mente abierta, cuidado, autonomía, humildad, integridad, coraje y tenacidad intelectuales. Yo agregaría estas: un sano escepticismo, pensar crítico y -desde luego- una actitud lógica.
Esto no nos inmuniza epistémicamente de manera absoluta contra el error, pero posibilita un mejor manejo de las probabilidades de manipulación y de los sesgos a los que humanamente estamos expuestos, porque distamos de ser agentes epistémicos ideales.
Comentarios
Publicar un comentario