Francisco Díaz Montilla
¿Es la empresa o corporación un agente moral?, en cuyo caso ¿qué podría esperarse de ella?
Filosóficamente hablando la cuestión no es tan sencilla. Hay al menos dos posiciones: la afirmativa y la negativa. Para la primera, la empresa es una entidad sujeta a derechos y obligaciones, aunque estas son distintas a las de las personas naturales (P. French: The Corporation as a Moral Person). El núcleo de esta postura es que las corporaciones poseen estructuras de decisión corporativa interna en los que se reflejan diagramas organizativos que corresponden a la autoridad (directivos) de la empresa, las cuales permiten determinar cuándo la decisión se toma como autoridad y cuándo no. La empresa es responsable en aquellos actos (u omisiones) en las que los responsables de ella actúen en calidad de tales, y no en otras circunstancias.
Para la segunda, un agente es fundamentalmente un ente humano, y dado que las estructuras de decisión corporativa interna son obras del designio y agencia humana, es a los seres humanos -y no a las empresas- a quienes se adscribe responsabilidad por sus actos y omisiones (M. Velásquez: Why Corporations Are Not Morally Responsible for Anything They Do). Desde esta perspectiva, cuando se habla de la responsabilidad de la empresa, se estaría hablando metafóricamente, pues detrás de las “acciones empresariales” siempre hay individuos.
En un escenario pandémico como el que vivimos, ¿qué responsabilidad tiene la empresa? Otra vez, hay al menos dos formas de ver el problema. Algunos señalan que las empresas deben manejarse de modo que alcancen un balance entre los intereses de todos los que tienen una relación sustancial con ella (E. Freeman: Strategic Management, A Stakeholder Approach); otros sostienen que la responsabilidad social de una empresa es incrementar sus beneficios (M. Friedman: The social responsibility of business is to increase its profits). En el primer caso, la empresa debe procurar ese balance; en el segundo, al no haber balance alguno, la empresa debería hacer todo aquello que permita lograr sus objetivos.
Desde luego, adoptar una postura o la otra dependerá de la filosofía orientadora de la empresa, y en este caso las opciones son: maquiavelismo, darwinismo social, objetivismo, relativismo ético y universalismo.
Las dos primeras estarían alineadas fundamentalmente con los intereses de la empresa y el afán de lucro, aunque la segunda enfatiza aspectos como la competitividad, la adaptación e innovación. La empresa es una especie de sistema autónomo, donde lo correcto o incorrecto es lo que ella define como tal en relación con sus objetivos.
Las otras concepciones
filosóficas asumen que la empresa -aunque busca crecer- no puede desligarse de
una estructura axiológica comunitaria (objetivismo y relativismo) o universal (universalismo).
La empresa o corporación presupone como condición de posibilidad una realidad
material que no es indiferente a valores, por lo cual no puede -o más bien, no
debe- sustraerse de los ideales y aspiraciones de la comunidad. El problema -o
parte de él- es cuando el gobierno asume el rol de intérprete de esos ideales y
aspiraciones, e impone medidas bajo el supuesto de que conoce mejor que todos
qué es lo que más conviene a los ciudadanos.
Entonces, ¿es la empresa socialmente responsable? Aunque filosóficamente hay más de una respuesta, si se considera lo que a veces dicen algunos líderes empresariales -al menos en nuestro medio- no cabría hacerse mayor ilusión.
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