Ir al contenido principal

¿Es para lelos la constituyente paralela?

 Francisco Díaz Montilla

0.

Luego de la activación de algunos grupos organizados de la sociedad civil, partidos políticos constituidos (o en proceso de constitución) con el propósito de recoger las firmas necesarias para la convocatoria de una constituyente con la finalidad de redactar y aprobar una nueva Constitución, de acuerdo con lo establecido en el artículo 314 de la Carta Magna, ha surgido una campaña opuesta a dicha iniciativa promovida por personas ligadas a Frenadeso, al partido en formación Frente Amplio por la Democracia, etc., indicando de manera algo jocosa que la constituyente paralela es para lelos.

Uno puede tener algunas intuiciones semánticas con respecto al significado/sentido de ese adjetivo, pero quedará la duda de si por tal todos entendemos lo mismo. Digo esto porque el Diccionario de la lengua española (https://dle.rae.es/lelo) define ‘lelo’ como ‘Simple o atontado’, y define (https://dle.rae.es/atontado?m=form) ‘atontado’ como ‘Dicho de una persona: Tonta o que no sabe cómo conducirse’. Bajo el supuesto de que quienes critican la constituyente paralela usen la palabra ‘lelos’ en el sentido indicado, entonces -por sustitución- lo que querrían decir es que la constituyente paralela es para personas tontas o que no saben conducirse. Esto -claro- bajo el principio de caridad, porque por ‘lelo’ se podría significar algo mucho más fuerte que lo registrado en el diccionario en cuestión.

Al margen del claro ad hominem en que descansa la crítica, el trasfondo del asunto es -tal vez- inevitablemente ideológico. No es un secreto que quienes cuestionan a la figura constitucional de la constituyente paralela (introducida en las reformas constitucionales de 2004) abogan por una constituyente originaria, con plenos poderes.

Texto completo en: ¿Es para lelos la constituyente paralela? | | El Periódico de Panamá (elperiodicodepanama.com)

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Contagio semántico

Francisco Díaz Montilla En Rewriting the Soul , el filósofo canadiense Ian Hacking introdujo el término contagio semántico (semantic contagion) para referirse a la forma en la que la identificación y descripción pública de una condición (acción) crea los medios para su propagación. Ocurre cuando una (nueva) descripción influye en nosotros para reclasificar (etiquetar) las acciones de los demás. Casos de contagio semántico hay muchísimos, pero tal vez sea el político el contexto donde más expuestos estamos a padecer sus “efectos”. Aunque los medios de contagio son diversos, al menos dos son fundamentales para ello: los medios de comunicación y más recientemente las redes sociales.  Si el proceso de contagio no tuviera un efecto mayor al de generar opinión pública, no habría mayor problema. Pero no podemos ser tan ingenuos: hay una relación muy estrecha entre opinión y acción. Por eso, cabe preguntarse si las redes sociales y los medios de comunicación son epistémicam...

¿Y después qué?

Francisco Díaz Montilla Desde hace algún tiempo se ha ido afianzando en redes sociales la promoción de la campaña de no reelección. Si fuésemos coherentes con dicha máxima eso significaría que ningún diputado ni autoridad local (alcalde o representante de corregimiento sería electo en 2019); significaría -también- que tampoco lo sería el actual partido gobernante. Y aunque hay razones parciales para pensar que lo segundo no ocurrirá, lo primero es poco probable que suceda, es decir, de seguro algunos no tan honorables diputados, alcaldes y representantes de corregimiento seguirán en sus cargos por un lustro más. Parte del problema es que nuestras formas de interacción política están concebidas desde la lógica ganar-ganar. Y tal vez la mejor expresión de esa lógica desde el punto de vista individual es el clientelismo. Es decir, el ejercicio electoral se realiza en lo que podríamos llamar un espacio de intereses: los míos y los del candidato, yo quiero algo y éste igual, y e...

Los intelectuales comprometidos

  Francisco Díaz Montilla Desde hace algún tiempo son cada vez más frecuentes las voces que abogan por una mayor intervención del Estado en las actividades económicas. Y no solo eso, sino que algunos abogan porque el Estado grave las grandes fortunas o las excesivas ganancias. ¡Ser rico o millonario es un pecado! Y desde luego que lo es, porque para ser rico o millonario hay que ser un explotador, alguien que se apropia ilegítimamente de lo que han producido los trabajadores. Esta manera de pensar está más arraigada de lo que uno piensa, por ejemplo, en los claustros universitarios, aunque no siempre se es suficientemente consistente con lo que ello implica. Hace algunos años les describía a un grupo de estudiantes universitarios de economía la siguiente situación: Imagine que dos personas (digamos dos hermanos) A y B obtienen un patrimonio P que dividen a partes iguales. A malgasta su parte de la fortuna y, al cabo de cierto tiempo, ha quedado en un estado de pobreza en el senti...